Tengo la costumbre de ir al cine con cierta frecuencia, es un arte que admiro y que me divierte y, aunque parezca una perogrullada, me gusta ver la película por la que he pagado y cuya entrada me han entregado en taquilla. Supongo que si algún día, después de acceder a la sala, no se pudiera proyectar la película elegida por mí y tuvieran que ofrecerme otra, aunque fuera de mayor calidad cinematográfica, me darían la opción de abandonar la sala devolviéndome el importe pagado. Sería lo justo y tan de cajón, que no creo que nadie lo ponga en duda.
Pues bien, en el día de hoy nos dice nuestro Presidente de Gobierno que reconoce que no ha cumplido sus promesas electorales pero que ha cumplido con su deber…¡toma ya! No sé qué sustancia habrá ingerido D. Mariano para decir tamaña estupidez sin ni siquiera sonrojarse, una tontería que supone componer la cuadratura del círculo del engaño político. Y es que, Sr. Rajoy, parece mentira que usted ignore, o quiera ignorar que el primer deber (y casi único, diría yo) que tiene un político elegido por los ciudadanos es cumplir con su promesas electorales. Y si no puede o no quiere cumplirlas, y cree que es necesario proyectar otra película diferente a la que en su día prometió a los que le compraron la entrada introduciendo una papeleta en una urna, se les da la posibilidad de devolverles el dinero a los que quieran salirse de la sala. Y eso, Sr. Presidente, consiste en convocar nuevas elecciones diciendo: “señores, este programa electoral por el que me han elegido no se puede cumplir, el que yo entiendo que se debe hacer es este otro por estos motivos… vuelvan ustedes a depositar la confianza en mí si lo estiman oportuno”.
Claro que entonces, quizás tendríamos un amago de sistema democrático y no un “trágala partitocrático” como el que se ve que lucimos.
Y por si alguna persona de una nación desarrollada leyera este blog y no se creyera lo que digo, aquí dejo la prueba: