sábado, 4 de agosto de 2012

Todos somos culpables (1)




Se suele decir que es en los fracasos en donde más se aprende, mucho más que en los éxitos… y no necesaria y desgraciadamente suele ser así. De los fracasos se aprende si uno toma conciencia de qué parte de culpa ha tenido él en ese fracaso; y es condición humana, muchas veces, mirar a cualquier otro aspecto antes que a la intervención de uno mismo. Si alguien abre un negocio y no funciona, la culpa la tendrá la crisis, la mentalidad cerrada de la gente del lugar, la competencia desleal, el calentamiento global o la prima de riesgo. Da igual, el hecho será no reconocer nuestros fallos en previsiones, planteamientos de negocio, política de precios, márketing, horario, etc., etc.

Y  es cierto que en ocasiones el 95% del fracaso puede deberse a causas excepcionales externas imprevisibles; pero aún así, en ese caso, en donde deberíamos fijar nuestra atención debería ser en ese 5% de nuestra intervención; eso es lo que depende de nosotros y donde debemos centrarnos para no repetirlo en próximas empresas.

Viene esto a cuenta por un magnífico artículo publicado en “facebook” por mi amigo Óliver Fernández Avellaneda titulado Esto lo hemos roto entre todos.org  donde explica cómo todos hemos tenido buena culpa en llegar a la situación económica desastrosa en la que estamos. Sin embargo y a pesar de eso, nuestras miradas acusadoras se dirigen a los mercados, a los bancos, a la CEE, al euro o a los políticos y su derroche. Y es en este último punto donde quiero yo centrarme un poco:

Ahora, está en boca de todos los ciudadanos esa expresión de que no se puede gastar más de lo que se ingresa (yo creo más bien que lo que no se puede es gastar más de lo que se sea capaz de pagar en tiempo y forma –si no, casi nadie tendría una casa y pocos tendrían un coche-) y que los políticos han dilapidado el dinero gastando más de lo que entraba en las arcas públicas y que por eso, ahora nuestro estado del bienestar está en franca decadencia.

Bien, no voy a negar esa apreciación que ha quedado suficientemente constatada; ahora bien, yo me pregunto: Si el candidato a alcalde de nuestro pueblo no hubiera abierto un parque magnífico, un pabellón polideportivo de última generación, un campo de fútbol de césped artificial, unas aceras de baldosas casi artísticas, unas farolas sicodélicas en el flamante paseo fluvial y no hubiera traído a “Estopa” y a David Bustamante para las Fiestas…¿hubiera ganado las elecciones? Si, por el contrario, su discurso hubiera sido de austeridad, de hacer saber al pueblo que no hay ingresos suficientes para tener esas instalaciones que sí puede tener una capital y que se tienen que conformar con la música de “Los Insuperables” (orquesta de verbenas de la zona) en los festejos municipales…¿le habrían votado mayoritariamente?

Y si el Presidente autonómico de turno hubiera proclamado a los cuatro vientos que su comunidad no tiene capacidad económica suficiente para que llegue el AVE, ni para tener en funcionamiento ningún  aeropuerto, ni para autovías autonómicas, ni para subvenciones a energías alternativas, ni para eventos culturales de  primer orden, ni para equipos profesionales deportivos para que puedan militar en categorías nacionales de primer nivel, ni para cientos de cosas dadas que han llenado más el “ojo que la calabaza” del votante…¿hubiera sido elegido?

Quizás ése sea el 5% o el 10% (o quizás mucho más) del porcentaje nuestro como ciudadanos con derecho al voto del fracaso por el despilfarro público que se ha tenido en los últimos años y que, seguro, ha influido muy notablemente en que hayamos llegado a la situación de crisis insoportable que estamos sufriendo. Por ello, es este aspecto el que entiendo que deberíamos mirar para no volver a caer en el error; y me atrevo a vaticinar que algo sí miraremos en las próximas elecciones…¡a la fuerza ahorcan!


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