sábado, 2 de octubre de 2010

La cabezonería natural

No creo que tenga que resucitar a Einsten para que él demostrara que si dejas de dar pedales en una bicicleta te acabas cayendo: la física, con su maldita ley de la gravedad, es así de empírica y cabezona.

Tampoco creo que tenga que unir al último premio nobel de matemáticas y al mejor geógrafo del “National Geographic” para que me avalen en la afirmación de que si quiero llegar a la cima del Teide y estoy bañándome en las playas de Tenerife tendré que ascender 3.718 metros; que no llegaré si sólo asciendo 2.000: las ciencias exactas son así de exactas… y más cabezonas aún, si me apuran, que la física.

También pienso, por poner un ejemplo más, que no necesito hacer visionar todos los magníficos documentales de Félix Rodríguez de la Fuente para justificar mi idea de que el alimento es la base de la vida, que sin él, el individuo muere y que para conseguirlo, los carnívoros necesitan matar a otros animales más débiles que ellos. La naturaleza es así, cierto que parece un poco cruel cuando un blanco y esponjoso conejillo cae en las fauces de un zorro, pero es así… también algo cabezona.

Y si la física, las matemáticas, la geografía, la biología y resto de ciencias son así de “cuadriculadas” necesariamente algo más "humano" como son los negocios tienen también que ser tan estrictos como ellas si quieren triunfar: el fracaso está asegurado si te apartas de las doctrinas de la Madre Naturaleza y sus Leyes Físicas.

Pues a lo que voy: El sector asegurador está basado en algo tan simple como la probabilidad de que un hecho suceda y la probabilidad de que este hecho tenga mayor o menor coste para la empresa aseguradora: Pura estadística, vamos. Si cualquier Compañía de Seguros abandona este método para realizar sus actividades y se deja llevar por otros, necesariamente iría a la quiebra.

Como en el ejemplo del conejillo y el zorro, una entidad de este tipo no puede tener “compasión” en su quehacer diario. Si no cobrara prima a los pobres por “solidaridad” con ellos, o si quisiera basar el importe de éstas en relación con la capacidad económica de cada uno de sus asegurados, no duraría dos días. El coste de los siniestros acabaría con sus reservas en un pis pas.

Necesariamente estas empresas necesitan evaluar sus riesgos por criterios objetivos; por su bien y por el de sus propios asegurados. Mientras mayor es la posibilidad de que ocurra un hecho y mientras mayor es la posibilidad de que ese hecho sea costoso, mayor debe ser el importe del recibo a abonar por su cliente: La estadística es también así de cabezona. Y las matemáticas, con su cabezonería, le dicen que el importe a recaudar por sus primas tiene que ser superior al del gasto en siniestros. Creo que hasta un estudiante de la LOGSE lo puede comprender.

Pero no, los señores dirigentes de la Unión Europea y más concretamente los del Comité Europeo de Seguros con su directora general a la cabeza Michaela Koller, dicen que no, que una de las claras diferencias de la naturaleza y uno de los factores importantes que afectan al riesgo de los seguros no puede ser tomado en cuenta: el sexo.

¿Y por qué? Pues porque creen que se trata de una discriminación lo que no es más que una diferencia, que, para mejor o peor, es objetiva, como puede ser el tener la regla o el embarazo por un lado, o el tener barba o llevar los testículos colgando con el riesgo de que sean golpeados por otro.

Ante esto, alguien ajeno a este sector podría creer que las aseguradoras son unas machistas, que siempre cobran más a una persona por ser mujer y que por eso la UE protesta. Pues, no señor. A una mujer, solamente por serlo, un seguro de vida le sale más económico que a un hombre por el simple hecho de que estadísticamente su esperanza de vida es de unos 8 años más que la de un hombre. Vamos, que una mujer tiene menos posibilidades de morir que un hombre de su misma edad. Cabezonas que son las tablas de mortalidad.

También un seguro de automóvil le sale más económico a una mujer que a un hombre porque las “jodidas” estadísticas demuestran que tienen menos accidentes y que éstos, además, son menos graves. A pesar de Bibiana y sus historias, el hombre y la mujer siguen siendo diferentes en sus comportamientos básicos: evaluación de riesgo, afirmación de masculinidad o feminidad, etc. que les hacen conducir de forma distinta.

Pero, claro, resulta que un seguro de salud sí le sale más caro a una mujer, sobre todo en edad fértil, y esto es lo que ha hecho poner el grito en el cielo a los del Comité Europeo: Las Compañías de Seguros son “machistas” porque como una mujer suele utilizar más frecuentemente los servicios contratados (va regularmente al ginecólogo, por ejemplo, se queda embarazada, etc.) tienen la osadía de cobrarle más prima porque tienen estadísticamente más coste en siniestros.

¡He aquí el gran pecado!

¡Dios mío! este virus del “buenismo”, cada vez más implantado en el mundo, nos va a volver gilipollas a todos.

Y es que, a pesar de lo que decía aquel mejicano del chiste de que en Méjico todos somos “mu” machos, yo sigo prefiriendo contestarle como lo hizo el español: Pues en España somos la mitad machos y la mitad hembras y no veas qué bien nos lo pasamos.


2 comentarios:

  1. Eso tiene fácil solución; basta que los hombres nos quedemos embarazados.
    Si es facilísimo, seguro que a ZP ya se le ha ocurrido para resolver lo de la paridad.
    Ya le he comentado lo del abrazo del oso en mi blog.
    Abrazos (no de oso).

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  2. No dé usted ideas que si por ahí tiene que salir un ser vivo (aunque sólo sea como el de Bibiana) las vamos a pasar peor (como se dice en mi pueblo) que el que se tragó las "estrébedes" (entiéndase "trébede)

    Otro abrazo.

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