domingo, 14 de noviembre de 2010

Encuestas

Si el siglo pasado fue denominado por algunos como “el siglo de las siglas” ya que fue en él cuando empezaron a prodigar los sustantivos formados por éstas (desde la ONU a la OTAN pasando por la UNICEF o la UEFA), este siglo en el que estamos empieza a ser denominado (al menos por mí) como el “siglo de las encuestas”.

No hay producto o servicio que no esté influido (incluso antes de su nacimiento) por un buen estudio de mercado basado en encuestas que luchan por conocer los gustos, tendencias, costumbres, modas, etc. de la mayoría.

Doctores tiene la Demoscopia y no soy yo quién para criticar tan noble ciencia (porque el hecho de que el CIS vaticine –por ejemplo- una participación en las últimas elecciones europeas del 70% y vote luego sólo el 45% no tiene mucho que ver con esta ciencia y sí con la mala conciencia), ni tampoco es mi pretensión en este escrito.

Mi pretensión, decía, es fijarme y redactar mi opinión general sobre las formas de interpretar estas encuestas que, estando ya en campaña electoral de las elecciones en Cataluña, cerca de unas próximas autonómicas y municipales y a poco más de un año de unas generales, nos van a llover como la bendita agua que nos está mandado ahora mismo una borrasca, capaz de mejorar a su libre albedrío cualquier Plan Hidrológico Nacional y sus insolidaridades intercomunitarias.

Pues bien, al parecer, en esto de las encuestas sobre intenciones de voto cualquier resultado es positivo si se explica torticeramente bien. Vamos, como decía mi abuela: “Si sale con barba San Antón y si no, la Purísima Concepción”.

Resulta que si los datos demoscópicos dan ventaja a tu partido…¡fenomenal!, esto animará a todos sus simpatizantes que, embriagados de éxito, acudirán masivamente a las urnas llevando en oleadas a la mayoría de los indecisos.

En caso contrario, si tu partido aparece con unas cifras por debajo de tus expectativas de voto…¡fantástico! eso es estupendo para movilizar a todos los votantes de tu tendencia más los que aún no tenían claro su voto ya que, si pensaran que estaba ganado, muchos se quedarían el día de la cita electoral confortablemente en el sillón de su casa o entre las humaredas de la barbacoa en casa del cuñao.

¿En qué quedamos?

Yo, basándome en mi teoría de la comodidad de la masa ganadora, sustentada en el dicho popular según el cual en España “siempre corremos en auxilio del vencedor” y certificada en el importante número de personas que estuvieron tanto en la Plaza de Oriente en Octubre del 75 como en Ferraz en el 82, creo que siempre es positivo que las encuestas te den como ganador. Los españoles preferimos ir en bloque sintiéndonos parte del grupo vencedor, de ahí que muchos opten por votar a quien saben de antemano (porque así se lo han indicado las encuestas) que va a ganar… si no ¿de dónde saldrían tantos madridistas?

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