martes, 19 de julio de 2011

Barrialcaba o Rubanuevo


Hay algunos que de vez en cuando, en medio de un debate, se ponen muy serios, sueltan aquella frase lapidaria de que “el fin nunca justifica los medios” y se quedan tan “panchos” pensando que es una sentencia irrebatible. Yo, lo cierto es que la escucho y pongo cara de póker, como cuando alguien suelta estúpidos refranes del tipo de “en agosto frío al rostro” o “en febrero busca la sombra el perro”. Y digo que pongo cara de póker porque son frases que, no por muy solemnemente que se pronuncien, adquieren sentido:

Ni en agosto sueles tener frío en el rostro, ni en febrero acostumbra el perro a buscar la sombra ni el fin nunca justifica los medios. Es más, la mayoría de las veces el rostro suda de calor en ese mes estival, el perro se pone junto la hoguera durante las Candelas o San Blas y el fin ¡claro que justifica los medios! ¿Me puede negar alguien que el “medio” de ponerte una vacuna para inyectarte un poquito de enfermedad no justifica el “fin”? ¿O que el “medio” de sacrificarte haciendo ejercicio no justifica el “fin” de tener mejor salud? ¿O que el “medio” de ir a la Guerra de Irak o Afganistán no justifica el “fin” de tener un mundo más libre y seguro?

El fin puede o no justificar los medios; dependiendo, lógicamente, de qué medios y de qué fines se trate.

Ahora bien, cuando se trata de la Ley y de las actuaciones políticas, aquí sí que el fin nunca justifica el saltarse la Ley; ya que la única garantía que tenemos las personas de que se nos va a respetar como ciudadanos libres con nuestros derechos intactos consiste en que nuestros dirigentes cumplan estrictamente la Ley y que, en caso de que no lo hagan, un poder judicial libre e independiente actúe contra éstos. No hay otra.

Por todo ello, el buen fin de acabar con el terrorismo no justifica el medio de, saltándose la ley, asesinar a los terroristas por un lado o conseguirles prebendas y beneficios ilegales, por otro (al margen de que, para más inri, se haya demostrado que son medios inútiles).

Cualquiera de los dos tipos de acciones merecen su castigo penal y al igual que en el primer caso un Ministro del Interior de un gobierno socialista acabó entrando en una cárcel tras recibir de su Presidente de Gobierno el “abrazo de Judas”, algún que otro Ministro del Interior socialista, aunque puede que éste algo más “barbado”, tendría que estar echando sus barbas a remojar… no creo que este Presidente X tenga más gallardía que el otro señor X para no dejarlo en la estacada.

3 comentarios:

  1. Ambos gobiernos acabarán en el zaquizamí de la Historia de España por análogo motivo: Crimen de Estado -ahora chivatazo- y corrupción generalizada -a la que añadiremos, ahora, despilfarro-, sendas señas de identidad típicas del socialismo.
    X y Z, tanto monta. Ministros gemelos, presidentes divergentes aunque no lo parezca. X, admitámoslo, en el fondo -¡no veas tú en la forma-, era un crack. A Z, tildado de 'Maquiavelo de León', le dejaremos sólo el gentilicio (impostado pues es de origen pucelano).
    Quien ignora su Historia está condenado a repetirla...

    ResponderEliminar
  2. Así es, querido Carlos... y hermosa palabra esa del zaquizamí; supongo que de origen árabe.

    ResponderEliminar
  3. Sí, es árabe. Quien la ha rescatado y utiliza en casi todos sus artículos es Ansón.
    Buhardilla, desván...

    ResponderEliminar