martes, 16 de agosto de 2011

El himno de la discordia


Toda persona que haya presenciado un evento deportivo mínimamente importante en los Estados Unidos de América habrá podido comprobar que, en cualquiera de sus versiones (incluso a capella para darle más emoción) suena su himno nacional. Ni que decir tiene que en algo de primer nivel como sería la final de la Super Bowl (campeonato nacional de fútbol americano) esos sones no serían sólo habituales sino incluso de presencia necesaria. No se entendería que el partido pudiera comenzar si antes no han sonado y escuchado con sumo respeto por todos (desde la figura más importante y mediática de los equipos hasta el último vendedor de cacahuetes) esas notas musicales que reflejan una serie de valores nacionales aceptados por todos con orgullo.

Aunque, por otra parte, he visto varios eventos similares en otros países y en todos se produce ese ritual de alto sentimiento patriótico; no puedo decir que conozca con detalle las celebraciones de este tipo de todos los países; si bien, puedo afirmar sin temor a equivocarme que en la final deportiva de la competición más importante de la mayoría de la naciones, suenan los sones de su himno y luce la bandera desde su más alto mástil. ¡Seguro!

Pues bien, el pasado domingo se celebró el primer partido de la Supercopa de España de fútbol en la que participaban, para mayor realce, los dos equipos más importantes en este deporte, no ya del país, sino del mundo: El Real Madrid y el Fútbol Club Barcelona. Los jugadores, junto con el cuarteto arbitral, saltaron al terreno de juego perfectamente alineados, todos de la mano de un niño (algo que se ha implantado últimamente quizás para darle un toque de ternura o algo por el estilo), formaron marcialmente una fila bien alineada y en una posición parecida a la de "firmes" con la mirada seria puesta en el horizonte se dispusieron a escuchar...¡el himno del centenario del equipo de casa cantado por Plácido Domingo! No me extraña que a los pocos segundos los jugadores fueran cambiando de postura e incluso algunos realizaran extensiones musculares de calentamiento mientra el tenor soltaba sus "do de pecho" de "interjecciones de ánimo merengues".

Sé que mi comentario hasta ahora puede resultar un poco injusto hacia la entidad de Concha Espina (sobre todo si el lector conoce mis gustos "colchoneros"), por lo que quiero dejar bien claro que estoy totalmente seguro de que, si hubiera sido decisión del Real Madrid, el himno nacional hubiera sonado con altos decibelios en el Santiago Bernabéu. El problema está en que es una final a doble partido y, claro está, ¡cómo va a sonar nuestro himno en el partido de vuelta en el Camp Nou! ¡eso sería una provocación contra los pobres nacionalistas catalanes de mayor tamaño que la bandera que ondea en la Plaza de Colón de Madrid! ¡La Federación Española de Fútbol no lo podía permitir!

Después, a muchos se les llenará la boca hablando de "pactos de Estado" o de "unión" de todos para afrontar la crisis económica y de valores que sufre nuestra nación...¡já! ¡¿Qué podemos esperar de los habitantes de un país que no son capaces ni de escuchar sin enfrentamientos la música que es símbolo de su unión?!

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