martes, 3 de agosto de 2010

Réquiem por la Fiesta Nacional


La Fiesta Nacional se nos va muriendo. Se va apagando como un candil que consume sus últimas gotas de aceite, como una planta a la que se le deja de regar. Y no, no son los antitaurinos, ni siquiera los nacionalistas catalanes (ahora tan de moda) quienes la están matando.

La planta de la Fiesta Nacional se está secando y acabará muriendo porque le falta el riego de los nuevos aficionados jóvenes y en esto, somos claramente los taurinos quienes tenemos la culpa; desde los empresarios a los toreros, pasando por los ganaderos, autoridades, periodistas y también los aficionados.

Recuerdo que de pequeño viví en un pueblo muy taurino donde todas las tardes los niños jugábamos “al toro” con unos cuernos de carnero a utilizar por quien hacía el papel del morlaco y unos trapos a modo de muleta para el resto; y sin embargo, no había una plaza de toros en 100 kms. a la redonda ni creo que ninguno hubiéramos visto nunca una corrida en directo. Sí, en el pueblo se celebraban los típicos festejos para que los mozos demostrasen su valentía y cuatro maletillas pudieran iniciarse en el difícil arte, pero nuestra afición (la de todo el pueblo) se nutría de las retransmisiones televisivas.

En mi casa, una de las pocas, además de los bares, que tenía aparato televisor, era frecuente que el día que había toros se llenara el salón. Abajo, en el suelo, unas mantas para que los niños se sentaran. Detrás, unas sillas para que las mujeres se acomodaran y más atrás, de pie, el nutrido grupo de hombres lanzando los olés correspondientes.

La televisión daba vida a la afición y desde pequeño se mamaba la fiesta. Pero hete aquí que, al cabo de los años, alguien decidió matar la gallina de los huevos de oro y sacar un beneficio rápido. Fue el famoso Canal Plus y sus corridas de pago. Aquello, junto con el “maricomplejismo” político que apareció en nuestra sociedad que decidió, junto con el boxeo, eliminar estas retrasmisiones del ente público, terminó por diezmar el número de aficionados jóvenes hasta su casi actual desaparición.

Sé que hay muchos que opinan que los niños ya no juegan “al toro” porque les hemos encerrado en casa con los videojuegos y el ordenador y puede que algo de razón tengan pero ¿por qué no existen –al menos que yo conozca- videojuegos sobre corridas de toros? Sería algo factible, incluso divertido, sobre todo con el invento este último de la “Wii” donde se podría torear de salón perfectamente. Pues no existen por el mismo motivo que la desaparición de las retransmisiones televisivas: Porque no es políticamente correcto cualquier cosa que suene a España, a lo nacional, a nuestra tradición… todo eso a la sociedad “buenista” de hoy en día le parece arcaico, franquista o “facha” (ésa es la palabra de moda que sirve para despreciar lo que interese sin tener que argumentar nada).

Pero sigo, porque no queda todo ahí. Nuestros jóvenes podrían irse aficionando asistiendo a festejos en directo de la mano de su padre como muchos lo hicieron en el pasado; pero aquí aparece la siguiente pata del banco: No es de recibo, señores empresarios, que en una plaza de 3ª o 2ª se tenga que pagar una media de 50 ó 60 euros por la entrada de un niño (ni siquiera por la de un adulto) para que después –dicho sea de paso- se nos presenten unas reses convenientemente “aseadas” que dejan tanto que desear en trapío, fuerza y bravura.

Quizás los primeros figuras tengan que cobrar algo menos, quizás haya que reducir costes por cualquier sitio, quizás con una entrada de 20 euros se recaude más que con una de 50 porque se llenarían las plazas en lugar de verse tanto cemento, quizás… no sé. Lo cierto es que, si siguen así, en un par de generaciones a los sumo, no quedarán apenas aficionados a los toros y entonces se intentarán, a la desesperada, buscar soluciones para atraer al público; cuando para esta fiesta es necesario haber sembrado, abonado, regado y cuidado con esmero para poder cosechar, no valen soluciones de última hora.

Y por otra parte, no, señores toreros. Su profesión es de alto riesgo pero eso no les faculta para que exijan un ganado acomodado a su gusto. No es así, son ustedes con su lidia y toreo los que deben ahormar al astado para compenetrarse luego con él y no recibir más de la mitad del trabajo ya hecho entre el campo y los corrales, eliminando una gran dosis de la emoción que es la sal de la lidia. No es de recibo tampoco, señores toreros, que se queden en el campo toros porque no se atreven a lidiarlos y que ganaderos que intentan mantener una casta y trapío tengan que olvidarse de su vocación y prepararles los toritos de carril que a ustedes les gustan para poder subsistir con su negocio.

Y no, señores toreros y señores ganaderos, los aficionados tenemos derecho a ver toro y torero conjuntamente; no tener que prescindir de uno de los dos para ver una corrida. No puede ser que donde haya toros no haya toreros y viceversa; porque, si así siguen, ni aún regalando las entradas los aficionados irán a las plazas.

Por eso, en esto de la Fiesta Nacional, o “afinamos” todos ya o en unas pocas generaciones quedará como un espectáculo lúdico como semblanza de lo que fue una tradición, con toros de cartón piedra y unos actores vestidos con trajes de luces realizando mímicas de lo que fueron nuestros más bellos lances taurinos.

2 comentarios:

  1. Pues imagínate en una tierra tan poco taurina como la mía, en la que sólo disfrutamos de cuatro festejos al año, y gracias.
    Urge, en cualquier caso, revisar muchas aristas de la Fiesta. Pero, sobre todo, los mayores culpables son las figuras, acomodadas con morlaquitos de escasa leña y no preciosas agujas de encastes duros que, "generosamente", ceden a los obreros y meritorios de la noble profesión de lidiador.

    ResponderEliminar
  2. Así es Carlos. Pero estos figuras, como los políticos, siguen así porque hay muchos de los de "y una de gambas" también entre los aficionados: ¿Cuántas orejas no se le regalan a los figuras tras una faenita de aliño a un cuasi-novillo de astas arregladas?

    ResponderEliminar